Desde mediados de septiembre y hasta primeros de noviembre, en Bodegas y Viñedos Pradorey se participa de la vendimia de forma divertida y didáctica con planes para toda la familia.
La vendimia es, sin duda, la época más importante del año para las bodegas y, por añadidura, para los amantes del buen vino. Es el nacimiento de una nueva añada, como una vuelta al colegio con el trabajo y la ilusión que supone para los bodegueros. Pero en las Bodegas y Viñedos Pradorey también es una excusa para vivir una escapada diferente: un viaje sensorial donde las distracciones se apagan y los sentidos se agudizan para disfrutar de los buenos vinos, la gastronomía y la desconexión que otorga un paraje natural plagado de historia. También es un viaje por el mundo vinícola, pues el objetivo es pasarlo bien aprendiendo sobre la labor milenaria de la elaboración del vino: aprender sobre el cultivo de la vid, la recolección y la elaboración.
El ecuador del mes de septiembre dará el pistoletazo de salida para tomar rumbo a la Ribera del Duero, concretamente a la finca histórica más importante de la zona, nombrada Real Sitio de Ventosilla por Isabel la Católica, la de Bodegas Pradorey. Allí desde mediados de septiembre y hasta principios de noviembre, las visitas tradicionales que se realizan durante el año se transforman en un festival de aprendizaje en métodos de elaboración, agudización de los sentidos a través de un juego sensorial y risas aseguradas con la tradición de beber en porrón y bota, y todo ello, catando dos vinos de la gama alta de Pradorey acompañados de un picoteo de ibéricos y productos gourmet.
El punto álgido será durante los fines de semana del 5 y 12 de octubre cuando se organizan las jornadas más participativas, divertidas y completas (90€/pax con una noche de alojamiento y 58€ los niños), un plan para todos los públicos con alojamiento en la Posada Real de Pradorey que se puede disfrutar tanto en pareja, como en familia o con amigos: Jornada VIP de la vendimia que consiste en vivir la vendimia en primera persona recogiendo uva, despalillando, pisando uva y catando el mosto. El descanso a esa intensa mañana llega con el almuerzo del vendimiador en los jardines de la bodega. Un aperitivo que precede a la visita a la bodega con su cata de vinos y las risas de aprender a beber el vino en porrón y bota. Aquí el noble arte de la cata de vino sigue siendo noble pero se vuelve aún más divertida cuando el visitante se despoje de todo remilgo y haga uso de su buen humor bebiendo sin mancharse y, si es posible, sin romper a reír a carcajadas cuando empinen la bota que con tanto salero manejaban nuestros antepasados. Ya abierto el apetito, se cambia la bota por la copa, ahora sí, sentados a la mesa para degustar de un menú típicamente castellano en el comedor de La Posada.
Una forma diferente de disfrutar del enoturismo que culminará con el sorteo de 20 botas de vino artesanas y personalizadas entre los asistentes a esta temporada de vendimia. Y es que en Pradorey se conservan las buenas costumbres, quizá porque el peso de la historia es fuerte en este lugar.