El proyecto de I+D, cofinanciado por el CDTI con fondos FEDER, tiene como objetivo reducir la huella ambiental de los vinos españoles.
Las ocho empresas participantes han desarrollado una herramienta de cálculo para medir la sostenibilidad de los vinos, tanto en viñedo como en bodega.
España es el país con mayor superficie de viñedos del mundo. Con más de 950.000 hectáreas dedicadas al cultivo de la vid, nuestros viñedos se extienden desde las tierras volcánicas de La Geria en Lanzarote hasta la húmeda Galicia y su Ribera Sacra, pasando por el frío en Somontano o el caluroso Condado de Huelva en las inmediaciones del espacio natural de Doñana.
Todas estas regiones vitivinícolas tienen algo en común: su dependencia del medio ambiente. “Sin un suelo fértil, un clima estable o una fauna que controle de manera natural las plagas, el cultivo de la viña no tendrá futuro en nuestro país”, aseguran los responsables de VINYSOST, un consorcio de algunas de las bodegas y empresas del sector más representativas de nuestro país (Codorníu, Miguel Torres, La Rioja Alta, Bodegas Barbadillo, Bodegas Roda, Martín Códax, Lallemand Bio y Francisco Oller) que estudia alternativas para producir vinos más sostenibles.
El proyecto, cofinanciado por el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) con fondos Europeos, pretende contribuir con sus avances científico-técnicos a mejorar la situación ambiental de los viñedos y las bodegas españolas, con el objetivo de conseguir vinos de calidad que además cuiden de su entorno.
Las seis bodegas participantes, junto a uno de los mayores productores de tapones de corcho del mundo y una empresa biotecnológica vinculada a la fabricación de productos enológicos, colaboran con el Centro de Investigación de Recursos y Consumos Energéticos (CIRCE) de la Universidad de Zaragoza, en el desarrollo de una herramienta de gestión que permite llevar a cabo un control exhaustivo sobre los principales indicadores de sostenibilidad vitivinícola. Para ello han adaptado la metodología del Análisis de Ciclo de Vida (ACV) y Costes de Ciclo de Vida (ACCV), siguiendo las normativas internacionales ISO 14040 y 14044, a la producción de vino en grandes superficies. Los avances han sido significativos.
A través de una aplicación informática, los socios pueden evaluar la huella de carbono, la huella hídrica y sus costes. “En estos momentos todos los participantes disponemos de una información detallada sobre la emisión de gases de efecto invernadero y consumos de agua tanto en viñedo como en bodega”, indican los responsables de VINYSOST en su último informe. Gracias a esta herramienta cada bodega puede autoevaluarse y compararse con otras bodegas, manteniendo indicadores comunes, acordes a la normativa existente a nivel europeo e internacional.
Pero el proyecto no solo se limita a calcular la huella ambiental del vino, sino también pretende aportar soluciones para reducirla. Por eso, desde que el estudio arrancara en agosto de 2014 se han puesto en marcha varias líneas de trabajo destinadas a minimizar la gestión de residuos en explotaciones vitivinícolas, disminuir el uso de pesticidas en la elaboración de vinos, reducir el consumo de agua durante todo el ciclo de vida y mejorar la eficiencia energética de las bodegas. Los trabajos se han extendido a la fabricación de tapones de corcho donde España es el primer productor mundial.
El consorcio informará puntualmente de los avances que se vayan produciendo a lo largo del proyecto, con la esperanza de que las conclusiones puedan servir a otras bodegas españolas para mejorar e incrementar la sostenibilidad de sus explotaciones.