Cuando Mariano Peláez comenzó en la década de los 60 su trayectoria en el sector vitivinícola no solo apostó por la innovación, creando un marquesado imaginario que daría nombre a su bodega y por la zona de Arbo a orillas del Miño como destino enoturístico cuando todavía no se hablaba de valores añadidos al vino, sino que se dejó aconsejar por la tradición oral de cuidado de las viñas de los vecinos de la zona como una importante diferencia a la hora de crear unos vinos con personalidad. Una herencia que en Galicia se pasa de madres a hijas como una seña de identidad familiar que convierten el trabajo en el campo, y más en las viñas, en un lujo de detalles. Desde cuidar las viñas, podarlas y plantar nuevos brotes son algunas de los mimos que en Bodegas Marqués de Vizhoja las mujeres aportan su “saber hacer” como parte fundamental del trabajo que todo el equipo, hombres y mujeres, realizan cada día.
Con casi un 50% de mujeres en plantilla en la empresa, los hijos de Mariano Peláez, Jorge y Javier, siguen el legado familiar por entender que la diferencia se marca con un equipo versátil y con carácter. Esta es la razón por la que su bodega es un ejemplo de equilibrio, apostando por el trabajo bien hecho y no el género sin diferencia salarial.